Introducción
En esta reflexión, responderé al artículo de Kim Penner “Construyendo relaciones justas”12. Si bien no soy teóloga ni académica, sí tengo experiencia en lo práctico, a veces como activista y también como lobista. Escribo esta reflexión como alguien que tiene muchos privilegios, puesto que soy canadiense y blanca. Con la esperanza de promover el diálogo y el fortalecimiento de la iglesia, elaboraré mi respuesta a partir de mis propias experiencias y reflexiones.
La tesis central de Penner es que la misión debe tener lugar desde los márgenes y concentrarse en transformar relaciones opresivas, especialmente aquellas definidas en términos de género, sexualidad y relación con la tierra. Ella sostiene que, cuando la transformación ocurre de manera plena, da como fruto relaciones justas de poder compartido y mutualidad. Esta profunda transformación es esencial en el desarrollo de una teología no violenta de la misión cristiana.
Aunque acojo y apoyo con entusiasmo el argumento central de Penner, quisiera aclarar algunas ideas y entrar en la conversación que ella ha dispuesto para nosotros. Me concentraré en dos preguntas principales que emergieron mientras reflexionaba sobre este artículo. En primer lugar, ¿cuál es el rol de quienes están en el poder cuando participan en la misión y la obra de Dios en el mundo? Y ¿por qué la misión se define aquí solamente como una transformación de sistemas dañados? ¿Qué hace que esta definición sea cristiana? ¿Cómo participan Jesús, el Espíritu Santo y la iglesia en esta definición? Reflexionaré brevemente sobre estas preguntas y concluiré con algunas observaciones tomadas de mi propia experiencia de vida.
Roles y responsabilidades de quienes están en el poder
Al reflexionar acerca del artículo de Penner, siendo yo una canadiense blanca que detenta cierto poder individual e institucional, me pregunto: ¿Cuál es el rol de las personas involucradas en la misión pero que no viven en los márgenes? ¿Cuál es el rol de nuestras poderosas instituciones anabautistas? Penner nos ruega a quienes tenemos poder que compartamos dicho poder. Ella también destaca que aquellos que tienen poder no deben fingir ser impotentes. Luego, Penner sugiere algunos importantes caminos a seguir por quienes poseen poder cuando participan en la misión, sugerencias que merecen una mayor reflexión y desarrollo.
Penner enfatiza el ejercicio compartido y la redistribución del poder, y yo sugeriría además que quienes están en el poder deberían dejarse guiar por aquellos que están en los márgenes y rendir cuentas ante ellos. Sin embargo, cuando este ideal se lleva a la práctica, es muy difícil ir más allá de un mero formalismo, y generalmente se coloca una pesada carga sobre unos pocos individuos de los márgenes, de quienes se espera que representen a toda la diversidad existente dentro de sus propios grupos.
Penner también destaca la interdependencia como un paso clave hacia la construcción de relaciones justas. Pero la interdependencia no significa que un grupo se deba hacer a un lado para ceder su espacio a otro. Por el contrario, la interdependencia requiere que todos trabajen juntos. Esta interdependencia involucra escucharse, acompañarse y debatir. La interdependencia requiere que todos compartan necesidades, recursos, sufrimientos y alegrías, en todas direcciones. No existe una división clara entre “desde los márgenes” y “hacia los márgenes”. Los sistemas opresivos son complejos, y las personas que están en los márgenes en un aspecto suelen ser las personas que tienen poder en otro aspecto. No hay muchas personas que no tengan algún poder en nuestro contexto global, ya sea un poder debido a raza, género, nacionalidad o sexualidad.
Compartir y distribuir el poder y avanzar hacia la interdependencia son desafíos a enfrentar por las instituciones anabautistas del Norte Global, así como por los individuos que las constituyen. El poder, de por sí, no es algo malo; lo importante es cómo lo usamos. Me gustaría leer más acerca de lo que las personas e instituciones con poder están y deberían estar haciendo. Nombrar a unas pocas mujeres y personas de color para que ocupen ciertos puestos como empleados y directivos es un comienzo, pero sencillamente no basta. El ejemplo que ofrece Penner de las misioneras de nuestra propia historia que esquivaron los roles normativos de género pero no cuestionaron las estructuras patriarcales es un caso ilustrativo.
¿Qué es misión?
Penner no solamente explora quién dirige o inicia la misión, sino que también considera qué actividades están incluidas en la misión y nombra confrontar la opresión sistémica como su preocupación principal. Pero ¿por qué la misión consiste única o principalmente en transformar la opresión sistémica al edificar el reino de Dios? ¿Qué hace que esta definición de la misión sea cristiana? ¿De qué manera es central Jesús para esta visión? Y ¿en qué momento consideramos la transformación individual y colectiva que realiza el Espíritu Santo? Y ¿cuál es el rol de la congregación local en todo esto?
El trabajo por la paz y la justicia son aspectos de la confrontación de la injusticia y la opresión sistémicas y, sin duda, ayudan a edificar el reino de Dios; pero la misión cristiana, según la entiendo, incluye más que trabajar para cambiar sistemas de opresión. La misión también consiste en invitar a las personas a entrar en relaciones transformadoras con Dios. Es por medio de la gracia de Dios que experimentamos perdón y reconciliación, y no solamente reconciliación con Dios sino también con aquellos que sufren daño por la opresión. Es en la práctica del seguimiento de Jesús como discípulos y discípulas que somos capacitados para enfrentar la injusticia social. Y, penetrando más profundamente de lo que podríamos imaginar, la obra del Espíritu nos precede adondequiera que Dios nos llame. Esta participación en la misión de Dios incluye la transformación personal por medio de la fe en Jesús y una invitación a los demás para que sean parte de esta transformación. Dicha transformación edifica la iglesia como cuerpo de Cristo aquí en la tierra e incluye el activo desmantelamiento de la opresión que nos rodea.
¿Y la iglesia? Penner entiende la plantación de iglesias como unidireccional: ir “a los márgenes” en lugar de venir “desde los márgenes”; en consecuencia, ella la considera problemática. No hay duda de que la plantación de iglesias puede ser algo que perpetúe la desigualdad, y tal vez incluso el lenguaje mismo contribuya a esto. Pero la plantación de iglesias también suele ir en apoyo de iniciativas lideradas por personas desde los márgenes, al edificar congregaciones dentro de sus propias comunidades. Apoyar los esfuerzos de la población local para edificar el cuerpo de Cristo es un trabajo valioso que puede y debería ser hecho por personas que tengan poder.
Reflexión
Mi tía Ann Klassen fue una de aquellas misioneras de los Hermanos Menonitas cuyo actuar estuvo bien alejado de las normas de género. Ella es la única persona blanca adulta enterrada en tierra indígena en las colonias paraguayas. Aunque era mujer, tenía mucho poder. En lugar de tratar a las personas indígenas como “otros”, ella usaba su poder para ayudar a construir relaciones de interdependencia. La tía Ann hizo amistad con los lugareños, recordándolos a lo largo de toda su vida y repartiéndoles la mayoría de sus pertenencias antes de fallecer. Ella tenía una fuerte preocupación por las mujeres indígenas y fue promotora de proyectos que ayudaron a las familias de manera holística3.
Tal como lo señala Penner, las opresiones se intersectan. Durante varias décadas, trabajé para el Comité Central Menonita en diversos países, y durante ese tiempo aprendí mucho acerca de dónde y cuándo yo tenía poder como norteamericana blanca y dónde y cuándo, como mujer, no lo tenía. Aprendí cómo el acompañamiento y el activismo son roles importantes para las personas con poder. Aprendí a recibir intencionalmente la orientación de personas con menos poder y rendir cuentas ante ellos. Aprendí acerca de avanzar en un proceso continuo hacia transformarnos en una institución intercultural antirracista. Y aprendí que la mayoría de nuestras instituciones anabautistas tienen mucho que avanzar. Estos conceptos deberían estar incluidos en toda teología de la misión que considere los roles de las personas e instituciones con poder, así como de aquellas que están en los márgenes.
En años recientes, he asumido unos pocos roles a tiempo parcial en contextos de la Iglesia Menonita del Este de Canadá (MCEC), incluido el de investigar las necesidades de las congregaciones de la MCEC, echar a andar el programa ReLearning Community como su primera coordinadora, actuar como asociada de misión en el apoyo a la plantación de iglesias y, actualmente, ser parte del Consejo Ejecutivo. Yo también lamento la falta de mujeres y personas de color en los roles directivos de la MCEC. En la evaluación contra el racismo elaborada por el ministerio Crossroads, la MCEC se aproxima al nivel 3 (que representa un cambio simbólico) en el proceso continuo de avance hacia la plena inclusividad (nivel 6)4. Las tres prioridades programáticas de la MCEC son extender la paz de Cristo, hacer crecer las congregaciones y formar líderes. La MCEC está involucrada activamente en programas de formación de discipulado, alentando a las congregaciones locales a compartir su experiencia de Dios a través de la acción y las relaciones dentro de sus propios barrios, apoyando la plantación de iglesias, que son mayormente iniciativas realizadas por personas de los márgenes, y guiar y desarrollar nuevos líderes de grupos en los márgenes. Y, si bien la MCEC no rinde cuentas directamente a las personas de los márgenes, gran parte de la actividad misionera de la MCEC es directamente en respuesta y apoyo de solicitudes e iniciativas con orientación aportada por personas de los márgenes.
También estoy trabajando actualmente con el Congreso Mundial Menonita (CMM). Nuestra visión es fomentar y fortalecer las relaciones de interdependencia entre iglesias anabautistas de todo el mundo, así como las asociaciones colaborativas entre miembros del CMM, siendo la misión el tema de una de las redes dispuestas para la colaboración. Lamento la dificultad que tienen las iglesias norteamericanas para comprender que necesitamos a nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo, tanto como ellos y ellas nos necesitan a nosotros. Lamento que con demasiada frecuencia las iglesias norteamericanas no tomen la iniciativa para colaborar activamente con hermanos y hermanas anabautistas del Sur Global. Lamento que algunas iglesias miembro del Sur Global, dada su experiencia del impacto del colonialismo y la desigualdad global, vean a los anabautistas norteamericanos como meras fuentes de financiamiento. En el CMM, intentamos hacer espacio para las relaciones de interdependencia y la colaboración, pero aún se necesita crecer mucho más.
En 2014, el Secretario General del CMM, César García, hizo una presentación titulada “Una visión para la misión global” ante el Consejo de Ministerios Internacionales (las agencias anabautistas norteamericanas de misión y servicio)5. En esta presentación, él llamó a asumir un nuevo paradigma: “El objetivo no es simplemente cambiar las relaciones de poder entre los agentes y los tradicionales receptores de la misión, sino cambiar los presupuestos básicos de la misión —alinearse con la misión de Dios de reunir a las diversas culturas de todo el mundo”. Él hablaba acerca del rol de las agencias misioneras norteamericanas en el desarrollo de relaciones de interdependencia, misión holística, relaciones interculturales y liderazgo desde abajo.
Yo también anhelo que tengamos relaciones interdependientes de mutualidad y poder compartido dentro de nuestra comunidad de fe. Yo también anhelo una actividad misionera que transforme las estructuras sistémicas opresivas de nuestro mundo, incluidas las de género, sexualidad, clase, nacionalidad, raza y relación con la tierra. Espero que podamos trabajar juntos en una teología de la misión que incluya claridad acerca de cómo las personas con poder y las personas de los márgenes pueden colaborar en la misión. Espero que podamos trabajar juntos en una teología de la misión que incluya edificar el cuerpo de Cristo por medio de la transformación personal y la transformación sistémica de nuestro mundo. Entonces podremos regocijarnos con la gran multitud descrita en Apocalipsis 7:
Después de esto miré, y apareció una multitud tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas; era tan grande que nadie podía contarla. Estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos de túnicas blancas y con ramas de palma en la mano. Gritaban a gran voz: «¡La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!».
Footnotes
A Arli Klassen le es difícil responder a la pregunta “¿de dónde eres?”, pues ha vivido y servido en múltiples ámbitos y países. Ella espera quedarse por un tiempo en Kitchener, Canadá, y actualmente es miembro de la Primera Iglesia Menonita de esa ciudad. Este artículo ha sido por Felipe Elgueta.
Penner, “Construyendo relaciones justas,” Anabaptist Witness 3, no. 2 (December 2016): http://www.anabaptistwitness.org/journal_entry/constuyendo-relaciones-justas/.
Véase http://www.mbhistory.org/profiles/wiens-a.en.html. Consultado el 17 de octubre de 2016.
Crossroads Ministry, “Continuum on Becoming an Anti-Racist Multicultural Organization”, adaptado del concepto original de Baily Jackson y Rita Hardman y desarrollado adicionalmente por Andrea Avazian y Ronice Branding. Véase http://www.aesa.us/conferences/2013_ac_presentations/Continuum_AntiRacist.pdf, consultado el 21 de octubre de 2016.
César García, “Una visión para la misión global en medio de realidades cambiantes”, consultado el 16 de febrero de 2017, https://www.mwc-cmm.org/sites/default/files/website_files/cim_-_garcia_presentations_es.pdf.